miércoles, 21 de marzo de 2018

El Mito de Medusa



EL MITO DE MEDUSA


Si hay un personaje de la mitología griega que es conocido por  todo el mundo ese es el de Medusa. Figura emblemática que ha aparecido en infinidad de crónicas sobre aventuras de los grandes guerreros griegos y que nos ha dejado profunda huella, marcando este personaje y su mito gran influencia a lo largo de nuestra historia.   La mitología griega cuenta que Medusa era hija de Forcis y Ceto, dos de las distintas divinidades del mar que vivían en la parte más occidental del mundo, una zona muy cercana a la que los griegos consideraban que se hallaba el reino de los muertos.Tenía dos hermanas llamadas Esteno y Euríale, ella era la más pequeña de las tres Gorgonas, raza de mujeres guerreras. La apariencia de estas criaturas provocaba miedo y espanto, ya que sus cabellos estaban formados por numerosas serpientes que silbaban sacando sus bífidas lenguas, siendo capaces de morder e inyectar veneno a medio metro de distancia, a la vez que sus profundos ojos con las pupilas verticales se clavaban en sus víctimas.
Sus cuerpos estaban cubiertos de escamas de dragón, poseían grandes colmillos de jabalí en sus bocas, manos de bronce y alas de oro, las cuales pesaban tanto que con ellas no podían volar. Esteno poseía una extraordinaria fuerza psíquica y física con la que fácilmente manipulaba a todo aquel que se acercaba. Euríale, la mayor de las tres, tenía un gran don en su sangre, era capaz de sanar a cualquier persona. Ahora bien, su sangre sólo curaba cuando brotaba de su lado derecho; si lo hacía del izquierdo se convertía en el más letal de los venenos. Aunque el hecho más temible de estas Gorgonas, era que si las mirabas directamente a los ojos te convertías en piedra aunque fuese por un breve instante. Sin embargo, Medusa, la más pequeña de las tres hermanas,  fue la única Gorgona que nació con una gran belleza, incluso existen odas escritas por distintos poetas como Píndaro y Ovidio que  describen su inmensa gracia.
La leyenda cuenta que esta extraordinaria belleza deslumbró a Poseidón, el dios de los mares, seduciendo a Medusa que era sacerdotisa de la diosa Atenea y osando a poseerla en el sagrado templo, frente a la estatua de la diosa virgen de la sabiduría.
Esta deidad, que era muy severa en cuestiones que atentan contra la moral, se enojó ante esta profanación, y en vez de enfrentarse a Poseidón, castigó a su súbdita, convirtiéndola en un monstruo, en una criatura despreciable, en un ser horrible de cabellos de serpientes, al igual que lo eran sus hermanas mayores… despojándola también de su inmortalidad y desterrándola a las tierras más lejanas, al Inframundo. Su desgracia no finalizó aquí, ya que quedó engendrada por Poseidón y la diosa Atenea colérica, ordenó matarla, enviando a Perseo, hijo de Zeus y de la mortal Dánae. Este semidiós fue ayudado por los dioses, ya que Atenea le dio su escudo con la finalidad de que pudiera evadir directamente la mirada de Medusa; Hades, un casco que le hacía invisible; Hermes, unas sandalias con alas para poder volar y moverse ágilmente y las ninfas le dieron un saco especial para poder llevar la cabeza de Medusa. Perseo logró decapitar en un solo acto a la  maltrecha Gorgona.  De su cuello salieron sus hijos, el caballo alado Pegaso y el gigante Crisaor. El joven semidiós  llevó la cabeza de Medusa en un saco a  Atenea, quién la incorporó a su escudo de batalla, conocido como Égida. Desde entonces, el escudo de Atenea contaba con el rostro de la Gorgona, lo que la hacía invencible y su sangre fue guardada en dos frascos, dándoselos a Asclepio, fundador de la medicina griega. La sangre de uno de ellos era un potentísimo veneno y la del otro una poción curativa.  Cuenta la leyenda, que en el largo camino de Perseo de regreso a Grecia, las gotas de sangre que procedían del saco cayeron al mar convirtiéndose al instante en el coral conocido como Gorgona, mientras que las que cayeron en el desierto se trasformaron en serpientes.

De esta triste leyenda, me llama la atención la fatídica e injusta historia en la que, por una relación sexual que incluso pudo ser no consentida, una joven estuvo maldita toda su vida.
Una condena que terminó convirtiendo a la bella Medusa en un símbolo de mujer peligrosa, en la señora de las bestias, en la mediadora entre el cielo y el infierno, la transformación eterna, el reflejo de la vida, la muerte, el renacimiento y la representación de la sabiduría femenina.
En el mito de Medusa, esta Gorgona fue simplemente, una víctima de la furia divina.

Fin.
Por Virginia Ripalda Ardila.

lunes, 19 de marzo de 2018

SIEMPRE APRENDIENDO...







SIEMPRE APRENDIENDO...


Te fuiste un día sin más y aunque sabía que ese momento llegaría… me sorprendió, turbando mi razón, sobrecogiendo mi espíritu y desgarrando mi ser.
No podía imaginar una vida sin ti. Esperaba tu risa, tu mirada tierna, tus dulces palabras que nunca llegarían.
Con el paso de los días aprendí que no volverías. Como me dolía y me duele tener tus recuerdos y no tenerte a mi lado.
Con el paso de los meses aprendí que ya no estarías. Una rabia incontrolada recorría mis venas, martirizando mi cuerpo, torturando mi mente.
Con el paso de los meses aprendí que tú ya partiste. La desesperación, la nostalgia, la ira a veces, se apoderaban de mi castigado espíritu.
Pero… con el paso de los años aprendí que simplemente habías cogido un tren que partía antes que el mío. No era un adiós, sino un hasta pronto.
Con el paso de los años aprendí que el dolor es inevitable, pero que el sufrimiento es opcional. No más lágrimas, no más recuerdos tristes, no más negación a la esperanza…
Con el paso de los años aprendí que nunca te fuiste. Aunque tu cuerpo perecedero ya no esté, tu presencia nunca partió. No importa dónde te encuentres, siempre te llevo conmigo. Aún te siento en la brisa rozando mi rostro con un cálido beso, aún te veo en mis sueños, deleitándome con cada una de tus sabias palabras.
Siempre estuviste y estarás porque nunca te fuiste, siempre estuviste y estarás presente en mis recuerdos, mi mente, mi alma… como dos gotas de agua que se fusionan en un mismo espacio, formando un mismo ser, así ahora te siento y cuando llegue el momento de partir, sé que lo haremos juntos cogidos de la mano, sonriendo.



HASTA SIEMPRE PAPÁ.


Por Virginia Ripalda Ardila