miércoles, 7 de marzo de 2018

Chirón el Centauro.


Chirón el centauro


Una noche estrellada de verano, un grupo de jóvenes admiraban junto a su profesor el inmenso firmamento que envolvía nuestro planeta. Allí estaban millones de estrellas, agrupadas formando maravillosas constelaciones,  donde civilizaciones antiguas decidieron darles formas mediante trazos imaginarios, creando distintas siluetas que brillaban en el oscuro espacio. 
- ¡Mirad! - dijo el profesor señalando con sus largos dedos el cielo -Allí está Cassiopea, la Reina y madre de Andrómeda, junto a ella se puede ver Ceto, el monstruo marino y más abajo Cefeo, el Rey y padre de Andrómeda.
- ¡Aquella parece un caballo!- gritó una joven entusiasmada.
- Esa es la constelación del Centauro Chirón o Quirón, también conocida como la constelación de Sagitario. Su presencia en el cielo tiene una larga y triste historia que forma parte de la mitología griega.
- ¡Cuéntenosla, por favor!- suplicó la joven.

Todos los alumnos se agruparon alrededor de una gran hoguera y con gran atención escucharon ensimismados las palabras de aquel elocuente profesor.


Cuenta la mitología griega que un día Cronos, el titán hijo de Urano...

- ¿Quién es Cronos? - preguntó un joven alumno levantando su brazo e interrumpiendo al sabio profesor.
- En la mitología griega Cronos era un titán descendiente divino de Gea (la tierra) y Urano (el cielo).
- Perdone Don Enrique, ¿qué es un titán? - preguntó otro estudiante con su pequeña nariz encogida, mostrando gran curiosidad. 
- Los titanes eran una raza de poderosas deidades que gobernaron durante la legendaria Edad de Oro, es decir, durante la etapa inicial de las edades del hombre en la que vivió en un estado ideal o utopía, cuando la humanidad era pura e inmortal. Los titanes fueron doce, siendo Cronos el más joven de los descendientes de Gea y Urano. Un día su padre apresó a tres de sus hermanos, Gea desconsolada pidió ayuda al resto de sus hijos, pero sólo Cronos se ofreció a salvarlos venciendo y derrocando a Urano, alzándose con el poder y gobernando durante la Edad de Oro. Pero, a pesar de esta victoria, Cronos necesitaba el apoyo y permiso de su hermano Titán, ya que éste era el primogénito. Titán decidió cederle el trono a cambio de que éste matase a toda su descendencia. Pasado un tiempo Cronos se casó con Rea, de dicha unión nacieron varios dioses, pero todos ellos fueron tragados y engullidos por él. Rea desesperada, pidió a Gea ayuda para ocultar al último de sus hijos, Zeus. Ambas urdieron un plan escondiendo a Rea en Creta y haciendo que diera luz ella sola. Zeus quedó oculto en la cueva del monte Ida. Cuando creció, usó el veneno que le daría su abuela Gea para obligar a Cronos a regurgitar el contenido de su saciado estómago, liberando a todos sus hermanos. Tras una larga guerra, llamada Titanomaquia, Zeus y sus hermanos derrotaron a Cronos,  encerrándolo en el Tártaro. Un profundo abismo usado como una mazmorra de sufrimiento, una prisión situada bajo el inframundo, un lugar donde las almas eran juzgadas después de la muerte. Los tres hermanos se repartieron el mundo. Así, Poseidón se quedó con las aguas, Hades con el mundo de los muertos y Zeus con el cielo y el aire. 
- Uff, ¡qué final más triste tuvo Cronos! - exclamó una joven mientras suspiraba.
- ¡Es lo que se merecía, tras comerse a sus hijos! - replicó otra alumna  con el frunce encogido.
- ¡Bueno! - dijo Don Enrique mientras carraspeaba - continuaré con la historia de Chirón el centauro... si me dejáis.
En esos instantes, el silencio recorrió aquel espacio natural, siendo interrumpido a veces, sólo por el fuerte oleaje que se precipitaba bruscamente en la orilla. Don Enrique continuó su relato con una voz densa y un tono profundo que envolvía con gran facilidad a todos los oyentes, transportándolos a través de la imaginación a lugares lejanos de la antigua Grecia...
Cronos buscaba a Zeus por la tierra, llegando a la isla de Tracia, donde se enamoró apasionadamente de la oceánide Fílira. El problema era que Cronos no era libre, como ya sabéis estaba casado con Rea y para que su esposa no lo descubriera se transformó en un caballo. Sin embargo, Rea lo descubrió y Cronos huyó lejos abandonando a Fílira. Ésta escapó atormentada hacia los montes y allí, dio a luz a un pequeño niño muy singular. Su torso era una figura divina, pero la parte inferior era la de un caballo. Fílira ante su desesperación y tristeza al observar horrorizada la malformación de su hijo, les pidió a los dioses que la transformasen, convirtiéndola en el árbol de tilo. A pesar de su desgracia, Chirón fue un excepcional centauro. Mientras que el resto de su especie eran bestias muy rudas, el inmortal Chirón se distinguía por su gran sabiduría, inteligencia y educación. Amaba la música y llegó a ser muy famoso por sus grandes conocimientos en medicina. Los héroes de la Ilíada no dejaban de alabar las pócimas de hierbas que él mismo preparaba. Su gran amigo Apolo le encomendó la educación de su propio hijo, Asclepio, dios de la medicina. Fue un gran maestro, ya que también se encargó de la instrucción de Jasón, Acteón y Aquiles, entre otros. Vivió felizmente en una cueva del monte Pelión en Tersalea y se casó con Chanclo, concibiendo una hermosa hija. Hasta que un día la desgracia llamó a su puerta, pues durante una visita de Heracles, uno de sus discípulos, se desencadenó una pelea con otros centauros sobre una crátera de vino (especie de vasija que contenía la mezcla de agua y vino con las que se llenaban las copas) y trágicamente Chirón fue asaetado de forma accidental por su amigo Heracles. Su dolor fue tan intenso y agónico que decidió regalarle su inmortalidad a Prometeo. Este acto de generosidad fue premiado por Zeus, quién lo situó en un lugar privilegiado del maravilloso firmamento.
En las noches claras sobre ese azul cielo, podemos recrearnos con las magníficas imágenes que nos ofrece la gran bóveda celeste, especialmente con la legendaria y extraordinaria silueta de nuestro gran maestro el Centauro Chirón portando su brillante arco.


FIN

Por Virginia Ripalda Ardila