lunes, 19 de marzo de 2018

SIEMPRE APRENDIENDO...







SIEMPRE APRENDIENDO...


Te fuiste un día sin más y aunque sabía que ese momento llegaría… me sorprendió, turbando mi razón, sobrecogiendo mi espíritu y desgarrando mi ser.
No podía imaginar una vida sin ti. Esperaba tu risa, tu mirada tierna, tus dulces palabras que nunca llegarían.
Con el paso de los días aprendí que no volverías. Como me dolía y me duele tener tus recuerdos y no tenerte a mi lado.
Con el paso de los meses aprendí que ya no estarías. Una rabia incontrolada recorría mis venas, martirizando mi cuerpo, torturando mi mente.
Con el paso de los meses aprendí que tú ya partiste. La desesperación, la nostalgia, la ira a veces, se apoderaban de mi castigado espíritu.
Pero… con el paso de los años aprendí que simplemente habías cogido un tren que partía antes que el mío. No era un adiós, sino un hasta pronto.
Con el paso de los años aprendí que el dolor es inevitable, pero que el sufrimiento es opcional. No más lágrimas, no más recuerdos tristes, no más negación a la esperanza…
Con el paso de los años aprendí que nunca te fuiste. Aunque tu cuerpo perecedero ya no esté, tu presencia nunca partió. No importa dónde te encuentres, siempre te llevo conmigo. Aún te siento en la brisa rozando mi rostro con un cálido beso, aún te veo en mis sueños, deleitándome con cada una de tus sabias palabras.
Siempre estuviste y estarás porque nunca te fuiste, siempre estuviste y estarás presente en mis recuerdos, mi mente, mi alma… como dos gotas de agua que se fusionan en un mismo espacio, formando un mismo ser, así ahora te siento y cuando llegue el momento de partir, sé que lo haremos juntos cogidos de la mano, sonriendo.



HASTA SIEMPRE PAPÁ.


Por Virginia Ripalda Ardila


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